En la obra de Dios, el obrero es más importante que el trabajo en sí. Por lo mismo, Dios destinará mucho tiempo a preparar a alguien hasta que logre “cumplir el perfil” que Dios requiere en alguien que le servirá. Es decir, Dios se encargará personalmente de la capacitación de sus obreros. Cuando hablamos de capacitación en el trabajo, pensamos en desarrollar competencias, aprender ciertas cosas, etc. Sin embargo, cuando somos trabajadores en la obra de Dios, esta capacitación estará más enfocada en moldear el carácter del obrero que las habilidades que éste pondrá al servicio del Señor.
2 CORINTIOS 5:17 17 Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!
Para que seamos nuevas criaturas puestas a trabajar en la obra de Dios, debemos despojarnos de nuestra antigua ropa para tomar la “ropa” que Jesús nos da a través de nuestra transformación por la obra de la cruz. Entonces, antes que cualquiera de nosotros pueda ser usado para la obra de Dios, debemos pasar por ciertas transformaciones de modo de adquirir algunas características observables y estudiables a través de la vida de Cristo. Si no estamos preparados y no hemos sido transformados, es mejor ni siquiera meter las manos en la obra de Cristo, porque esta podría sufrir en nuestras manos.
Este libro que se llama “El carácter del obrero de Dios” estudia 10 características que un obrero de Dios debe poseer y transformar para poder servir a Dios. Estas son:
1- Saber escuchar
2- Debe amar a toda la humanidad
3- Debe estar dispuesto a padecer
4- Debe someter su cuerpo
5- Debe ser diligente y no perezoso (no flojo)
6- Debe refrenar su lengua
7- Debe ser estable
8- No debe ser subjetivo (debe buscar la voluntad de Dios y no la propia)
9- Debe tener una actitud correcta hacia el dinero
10- Debe estar aferrado a la voluntad de Dios
Personalmente, he aprendido bastante de este libro y me gustaría que pudiésemos revisar varios temas, pero ahora voy a tocar el segundo tema: “Amar a toda la humanidad” porque me parece un tema bastante básico que todo obrero del Señor debe tener presente.
Al respecto, sabemos que un obrero de Dios no solo tiene que amar a su familia, a sus amigos, a su pololo/a, ni siquiera a los hermanos que tenemos en Cristo. El obrero de Dios tiene que transformar su entendimiento y su corazón de modo de lograr amar a toda la humanidad.
¿Por qué es necesaria esta actitud de nuestra parte? Porque debemos ser capaces de entender que, si bien todos los hombres han fallado, han pecado y están destituidos de la gloria de Dios, aún son objeto de la redención de Dios, aun pueden ser salvados, tal como nosotros fuimos salvados un día.
MARCOS 10:45: 45 Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su *vida en rescate por muchos.
Ojo con que acá dice “El Hijo del hombre”, no dice el hijo de Dios. Es decir, el Hijo de Dios se convierte en Hijo del Hombre para poder servir a los hombres. Esa es la actitud de Dios para la humanidad: se humilla para poder servir.
Muchas de las personas que trabajan para el Señor tienen el problema de que no son capaces de amar a toda la humanidad. Eso puede deberse a que no entienden plenamente el valor que tiene el hombre a los ojos de Dios. No es suficiente con que amemos a nuestras familias y amigos, ni siquiera basta con que nos amemos los unos a otros en cuanto hijos de Dios o miembros de una Iglesia. Es necesario que logremos amar a la humanidad entera, al hombre per sé, y no al hombre que ha hecho algo para merecer nuestro amor. De esa manera, el tamaño de nuestra obra será medida por nuestro interés y sentimientos hacia los demás hombres.
El hecho que nos cuenta Marcos 10:45 dice relación con que Dios tiene tanto interés y amor por el hombre que Él mismo se convirtió en hombre. Se pone a nivel humano para servir a la humanidad.
Entonces, ¿qué pasa con nosotros, los hijos de Dios, que muchas veces fallamos en mostrar interés en los hombres y en amar a la humanidad tal como Dios nos amó?
Supongamos que vamos a un lugar a trabajar para la obra de Dios. Si podemos decir que vamos a ese lugar no a ser servidos sino que a servir, entonces, tenemos una actitud correcta. Pero usualmente nos gusta ser servidos, y además guardamos nuestro amor hasta que encontremos, en el mejor de los casos, a otro hermano, otro Hijo de Dios.
Usualmente declaramos que el amor a los hermanos viene después que se han convertido, pero Dios nos dice algo distinto: debemos amar primero a la humanidad, incluso aquella humanidad anónima y general, y después podemos amar a nuestro hermano en particular, ese que tiene nombre y apellido y se sienta al lado nuestro en las reuniones.
JUAN 3:16: 16 »Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo *unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
¿Quién es el mundo en este versículo? Se refiere a las personas del mundo. Todas ellas, las salvas y las que aún no lo son.
Entonces, debemos tener cuidado y examinarnos si es que nos hallamos amando a una persona solo si se convierte en un hijo de Dios y en nuestro hermano. Nuestro corazón debe ensancharse hasta el punto en que podamos entender y sentir que todas las personas merecen y deben ser amadas. Ese fue el ejercicio que Dios hizo.
Leamos de nuevo MARCOS 10:45: 45: Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su *vida en rescate por muchos.
La actitud que tiene el Señor acá tiene relación con nunca buscar absolutamente nada de parte del hombre. Jesús no esperaba adoración ni reverencias ni festines o banquetes ni nada de eso en la Tierra. Al contrario, Jesús fue una persona muy humilde y eso fue porque Él no esperaba nada a cambio de parte de los hombres. Asimismo, no debemos esperar que nos sirvan ni menos guardar el deseo de aprovecharnos de los hombres, ni de avergonzarlos ni nada de eso. También debemos cuidar nuestros actos de modo de no defraudarlos.
MATEO 22:36-39: 36 —Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? 37 —"Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente" [a] —le respondió Jesús—.38 Éste es el primero y el más importante de los mandamientos.39 El segundo se parece a éste: "Ama a tu prójimo como a ti mismo." [b]
¿Qué significa la palabra “PRÓJIMO”??
Según la RAE, Prójimo es "hombre respecto de otro, considerados bajo el concepto de la solidaridad humana". Esto no es meramente una expresión vocal, sino que involucra un sentimiento. Es fácil sentirnos prójimos con quienes amamos, nuestras familias y amigos. Idealmente, debería existir ese sentimiento entre nosotros alrededor de esta mesa en este momento. Pero, ¿cuántas veces en la vida somos concientes de estar compartiendo con nuestro prójimo? Es necesario que los obreros de Dios tengan almas tan espaciosas y cariñosas que logren abrazar a todas las personas en el corazón: aquellas con que compartimos en la universidad o en el trabajo, aquellos que conocemos en la Iglesia, nuestros amigos e incluso a todos esas personas que ni siquiera conocemos en su particularidad.
Pero también vemos muchas veces que el amor entre los mismos obreros del Señor es muy débil, entonces, ¿cómo pretendemos poder amar y alcanzar a otros?
Debemos recordar que todas las personas son creadas por Dios para ser prójimos, por ende, nuestros corazones debiesen ensancharse para lograr amar a todas las personas a quienes Dios ha creado para ser nuestros prójimos.
Como cristianos, debiésemos encontrar terrible defraudar a nuestro prójimo. Pero con esto no nos referimos solo a nuestros hermanos, sino a cualquier hombre en cuanto hombre porque aquél también es nuestro prójimo. No puedo evitar pensar en nuestro testimonio, quizá a veces somos más cuidadosos de nuestras obras y nuestras palabras cuando hay gente de la Iglesia, y nos descuidamos con gente que no es de la Iglesia, o que no nos conoce en profundidad, pero aquella persona también es nuestro prójimo y como tal, es nuestro deber amarla y no defraudarla. Amar es también proteger al otro, dar lo mejor de uno para el otro aunque no lo conozcamos aún.
Revisemos una vez más Marcos 10:45 y Juan 10: 10b.
MARCOS 10:45: 45 Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su *vida en rescate por muchos.
JUAN 10:10: 10 El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
Jesús vino por todos los hombres. Vino a servir y a dar su vida en rescate por muchos. Al dar su vida para pagar el rescate de las almas de toda la humanidad, Dios ya hizo la mayor y más elevada obra de servicio. Por ende, no podemos predicar la palabra de Dios si nos falta amor por la humanidad y no podemos servir al mundo.
O sea, Jesús, primero ama, después sirve y después da su vida en rescate por muchos.
Es decir, primero amor, y después sacrificio.
Por eso, no podemos creer que debemos predicarle de Dios a una persona, y una vez que se convierta en nuestro hermano/a, podremos amarlo. La cosa no funciona así. Partiendo por el hecho que predicar a otros es un acto de amor, y muchas veces preparamos actividades pensando en otro que va a escuchar el mensaje de salvación que para nosotros aún no tiene un nombre o una cara definida. Pero para Dios sí.
Es necesario que logremos entender esto, para así lograr amar como Dios nos ama. Para Él, todos los seres humanos, seguimos siendo como aquellos que Él creó originalmente a su imagen, por lo debemos amarlos a todos antes de servirles y hablarles de Jesús.
Debemos siempre reconocer y tener presente que el hombre es creado por Dios. Es verdad que el hombre puede haber caído de muchas formas, pero aún tiene rastros de la imagen de Dios, y sigue teniendo la esperanza de un futuro glorioso por medio del evangelio de Jesucristo. Si nuestro Dios fue a la cruz por ellos, ¿por qué nosotros nos sentimos con el derecho de amarlos menos?
El hombre debe ser amado. Todos sus pecados pueden ser perdonados, todas sus debilidades pueden ser pasadas por alto y todas sus carnalidades pueden ser previstas. Y nosotros sabemos eso mejor que nadie porque lo hemos vivido, también somos pecadores.
LUCAS 15:3-7: 3 Él entonces les contó esta parábola:4 «Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo, y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla?5 Y cuando la encuentra, lleno de alegría la carga en los hombros6 y vuelve a la casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido." 7 Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se *arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
Dios dice acá que, de ser necesario, Él hará la obra de redención aún si es para responder la necesidad de una sola persona. No es necesario para Él esperar a que muchas personas sientan esa misma necesidad. Eso nos habla de la enorme importancia que tiene el hombre para Dios.
Muchas personas frente a este argumento dicen: “Ya, ok, puedo amar a personas que tengan pecados, que mientan de repente, o cosas así. Pero ¿qué pasa con esos que son bien malos, que matan y destruyen, que violan, que roban, etc.?, ¿cómo puedo amar a esos tan malos?”
La respuesta es simple, aunque difícil: Debemos recordar y reconocer nuestras propias vidas antes de la salvación. ¿Acaso éramos mejores que ese hombre?
EFESIOS 2: 8-9: 8 Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios,9 no por obras, para que nadie se *jacte.
Si la gracia del Señor nos fuese quitada, seríamos lo mismo, porque para Dios no hay pecados más grandes que otros. Si nos viésemos fuera de la gracia, no habría ninguna diferencia entre esa alma y la nuestra. Somos tan pecadores como esos que están en la cárcel o lo que sea. Lo que realmente marca la diferencia es la gracia de Dios y no nosotros mismos.
¿De qué podemos gloriarnos si todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios? Y si el hecho de que seamos diferentes no se debe a nuestros méritos, sino que a la gracia de Dios, entonces no podemos exaltarnos ni sentirnos en alguna medida superiores a aquellos que consideramos “más pecadores”. En la presencia del Señor, debemos tomar conciencia que somos iguales que ellos y que por ende, debemos amarlos. Debemos amarlos, aunque no debemos amar su pecado.
Es por el mandato que tenemos de amar a toda la humanidad en cuanto tal, que no se nos permite descalificar o despreciar a un alma, ya que eso nos descalificaría a nosotros como obreros aptos para trabajar para la gloria del Señor.
Lo que quiero trasmitirles por medio de esta lección, es acerca de la profunda necesidad que tenemos de ser transformados por medio de la cruz para ser dignos obreros de Dios. Debemos entregarnos a Él y confiar en que Él trabajará en nosotros capacitándonos para trabajar en su obra. Pero nos falta tanto, y caemos constantemente en obedecer este mandamiento tan básico como es el de amar a los demás. Nuestro orgullo y toda nuestra naturaleza humana nos hace ser cómodos: preferimos ser servidos en lugar de servir, somos además selectivos y amamos solo a los que nos aman de vuelta, incluso nos cuesta amar a nuestros propios hermanos que son hijos de Dios también. Muchas veces somos altaneros y orgullosos, y no dejamos que Dios hable a través de nosotros. Pero acá hemos tenido algunas reflexiones acerca de cómo Dios necesita que amemos a la humanidad per sé, aunque no conozcamos exactamente de quienes se trata. Porque Él ya lo hizo y es su ejemplo el que debemos imitar, de modo de ser obreros preparados y aptos para que Dios nos ponga a trabajar en su obra.
Por Camila Fuentes
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